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Un día creí que ya nada valdría la pena:

Desperté, creyendo que eso era todo, que ya no habían razones para sonreír otra vez. Un día me desperté creyendo que mi mundo se había convertido en un caos para siempre.

Por mucho tiempo lo intenté, te lo juro, salí de la oscuridad donde estaba, me di la oportunidad de vivir nuevas cosas, de conocer nuevos lugares y fui dejando atrás todo mi pasado.

Estaba llegado al punto máximo de todo, lo seguía intentando a pesar de que habían noches en las que no podía dormir de tanto pensar, seguía creyendo que nada estaba valiendo la pena.

Entonces volví a despertar, pero esta vez sintiéndome diferente, sintiéndome pleno, alto me había dicho que había cruzado las puertas del dolor y las había cerrado para siempre, que esta vez todo sería diferente y que debía confiar en lo que estaba pasando.

Dejé de cuestionarlo todo, deje de romperme a propósito de tanto pensar, dejé de permitir que la oscuridad me siguiera abrazando y abrí las ventanas de mi vida para que lo bueno entrara por todos lados.

A veces hay que llegar al límite, sentirnos vacío por completo para darnos cuenta que encerrarnos en nosotros mismos no es bueno cuando allá afuera hay gente esperando por nosotros.

Estaba siendo demasiado egoísta conmigo mismo, estaba cerrándome a todas las posibilidades del destino, estaba olvidando que los buenos amigos si existen y que yo, sinceramente estaba abandonándome a mi suerte.

Por eso, me pido perdón por todas las veces que me fallé creyendo que no iba a poder.

Querido yo, vamos a estar bien