Llego diez minutos antes de lo acordado, así que me siento en la barra del local para tomarme algo. Pido un agua para refrescarme y pasar el mal sabor de lo ocurrido antes. Cierro mis ojos, entrando profundo en mí, respiro profundo, pido a Dios que me guíe en mi reunión.
Cuando la chica me trae el agua, le doy rápidamente un sorbo, mientras repaso mentalmente todos mis argumentos. Miro el reloj y falta un minuto para las cinco. Me sorprendo cuando la misma de antes toca mi hombro.
―Señorita, el licenciado la espera en la mesa. Acompáñeme.
―Muchas gracias ―contesto. Tomo mi suéter, mi maletín y la sigo―. Puedes decirme Márgaret.
La chica, vestida con el uniforme del sitio, uno muy elegante, me mira y me sonríe. Se detiene y me cede el paso tranquilamente.
―Un gusto, Margaret.
Le sonrío a la chica y luego miro a la mesa que ella me señala. No puedo dejar que mi asombro sea evidente, pero es el hombre más sexy que he visto en mi vida. No puedo decir que sea atlético ni el top model, pero tiene algo en su actitud y en su mirada que me desconcierta.
―Hola, Márgaret. Buenas tardes.
Extiende la mano para saludarnos formalmente y le correspondo.
―Buenas tardes, licenciado García.
―Alejandro, por favor. Toma asiento.
Y solo con esas palabras el estómago me da un vuelco. ¿Deberé decir que sí a esta nueva unión de negocios? No lo sé.
Marcelo Orlando 38 w
Boa tarde