Recuerdo ese momento en el que decidí ser una agente literario, buscar autores y darles esa oportunidad de publicar con una editorial, fue un momento trascender en mi vida; pero jamás pensé en pasar por una de estas situaciones extremas e incómodas. ¿A qué autor se le ocurre plagiar párrafos de otros textos para escribir su historia?
Sinceramente, no sé cómo lo voy a confrontar, pero parte de mi trabajo es convertirlo en un autor bueno y reconocido. Miro el libro y otra vez el texto que tengo en mis manos, del supuesto autor al que estoy representando. ¿Debería dejar de hacerlo? ¿Una página completa? No me lo creo.
Camino hacia el stand en donde va el libro y lo dejo en su lugar. Respiro profundo y me devuelvo a mi oficina, la que está a final del pasillo. Sí, tengo una oficina en esta biblioteca, de una amiga muy cercana.
Tomo mi celular y tecleo. No me va a gustar el mensaje de vuelta, pero tengo que hacerlo. La confrontación es creación, como se lo escuché a José, un gran amigo y mentor. Así que le escribo, sin pensarlo mucho:
«Hola, Fernando. Necesito conversar contigo sobre una situación alarmante en tu libro y no puede tardar mucho. Mañana a las 10 ven a mi oficina, es urgente y delicado. No acepto un no por respuesta.»
Para mi sorpresa, la respuesta fue: Ok. ¿Sabrá sobre lo que quiero hablar? ¿Cómo no? Sabe muy bien cómo ha escrito este libro. Comienzo a darle forma en mi cuaderno, sobre el esquema de la presentación de mañana, sobre los aspectos que voy a discutir, sobre cómo decirlo sin herir sentimientos.
Luego, veo en mi agenda lo programado para hoy. Todavía me falta una reunión a las 5:00 p.m. con el presidente de una editorial para publicar a dos de los autores que tengo. He investigado esta empresa, tiene buenas críticas, buenos comentarios en las redes, de autores. Además, sus libros tienen una maquetación genial y abarcan varios géneros y temáticas para publicar. Exactamente lo que necesito.
Miro mi reloj. Solo faltan cuarenta y cinco minutos para las cinco. Lo que quiere decir que tengo que salir ya mismo para llegar unos minutos antes. Me gusta caracterizarme por llegar temprano a mis reuniones y que los que trabajen conmigo tengan esa misma consideración.
Llamo un taxi y en menos de cinco minutos está en frente de la biblioteca. ¡Perfecto!, llegaré con tiempo de sobra para tomarme algo y para repasar los puntos de mi discurso. Sonrío, contenta de mi organización y de mi puntualidad. Para mí siempre es un triunfo.