𝗠𝗶 𝗵𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻𝗼 𝗺𝗮𝘆𝗼𝗿 𝘀𝗲 𝗳𝘂𝗲 𝗮 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂 𝗻𝗼𝘃𝗶𝗮 𝗵𝗮𝗰𝗲 𝗺á𝘀 𝗱𝗲 𝗱𝗼𝘀 𝗮ñ𝗼𝘀.
𝗗𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗲 𝗱í𝗮, 𝘀𝘂 𝗰𝘂𝗮𝗿𝘁𝗼 𝗽𝗮𝘀ó 𝗮 𝘀𝗲𝗿 𝗱𝗲 𝗠𝗶𝗹𝗼, 𝗲𝗹 𝗵𝗶𝗷𝗼 𝗽𝗲𝗿𝗿𝘂𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗽𝗮𝗽á𝘀.
Mi hermano avisó que vuelve a casa, que la relación no funcionó con su novia y terminaron.
Mi mamá me habló por teléfono para contarme la noticia.
Entre la plática me dijo: “Vamos a tener que acomodar y tirar algunas cosas y adaptar el cuarto de la lavandería para que él duerma allí”.
A lo que le contesté que me puedo llevar a Milo a mi recámara, pero mi mamá riéndose me contesta:
“No, no hablo de Milo, hablo de tu hermano.
Pobre Milo, lleva más de dos años durmiendo en su cama, ¡no lo despojaré de ella!
Tu hermano entenderá.
Milo no”.