El jardín de las violetas
En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y campos floridos, vivía una joven llamada Elena. Desde que era una niña, había sentido una conexión especial con las flores, especialmente con las violetas. Su abuela, una hábil jardinera, le enseñó todo lo que sabía sobre el cultivo y cuidado de estas hermosas plantas.
Un día, mientras paseaba por el bosque cercano, Elena descubrió un lugar mágico: un claro lleno de violetas silvestres. Quedó maravillada por la belleza de aquél lugar y decidió cuidarlo como si fuera su propio jardín. Cada mañana, antes de que el sol iluminara el cielo, Elena se dirigía al claro para regar las flores y asegurarse de que estuvieran sanas y felices.
Sin embargo, el pueblo estaba pasando por tiempos difíciles. Una sequía había afectado las cosechas, y muchos habitantes sufrían por la escasez de alimentos. Elena, con el corazón lleno de compasión, decidió compartir las violetas de su jardín con quienes más lo necesitaban. Recolectaba cuidadosamente los delicados pétalos morados y los llevaba al mercado del pueblo, donde los intercambiaba por comida para los más necesitados.
Con el tiempo, la fama del jardín de las violetas se extendió más allá de las fronteras del pueblo. Personas de otras localidades viajaban para ver las hermosas flores y escuchar la historia de generosidad de Elena. Algunos incluso dejaban pequeños obsequios como muestra de agradecimiento por su bondad.
Pero no todos estaban contentos con la atención que recibía Elena y su jardín. Un comerciante codicioso, llamado Martín, veía el jardín como una oportunidad para su propio beneficio. Decidió que si él no podía tener el jardín para sí mismo, nadie más debería disfrutarlo. Entonces, urdió un plan para destruir las violetas y quedarse con el claro para sus propios fines comerciales.
Una noche oscura, mientras Elena dormía plácidamente en su cama, Martín y sus secuaces se dirigieron al claro de las violetas con antorchas y herramientas de jardinería. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de comenzar su malvado acto, una luz brillante iluminó el cielo y una voz resonó en la oscuridad, advirtiéndoles que se alejaran del jardín.
Aterrorizados, Martín y sus secuaces huyeron del claro, sin atreverse a volver a poner un pie en ese lugar sagrado. Por la mañana, cuando Elena descubrió lo que había sucedido, se llenó de tristeza al ver algunas violetas dañadas, pero también se sintió aliviada al saber que su jardín había sido protegido por una fuerza misteriosa.
A partir de ese día, Elena continuó cuidando su jardín con aún más amor y dedicación, y las violetas florecieron más hermosas que nunca. Su historia se convirtió en una leyenda en el pueblo, recordándoles a todos la importancia de la generosidad y el cuidado hacia la naturaleza. Y así, el jardín de las violetas siguió siendo un lugar de belleza y bondad para las generaciones venideras.